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Liberados de la opresión de los botones, serás arrastrado a encarnizadas batallas con oponentes conocidos pero que ahora muestran una nueva faceta de extenuante habilidad, obligándote a pensar tus estrategias. Sacudir el Wiimote sin cesar y precisón dejó de ser una opción; si deseas triunfar no te confíes, tendrás que analizar detenidamente los movimientos de tu contrincante, tener paciencia y atacar en el momento justo desde el ángulo correcto, y no es que estemos ante la fusión de The Legend of Zelda con los RTS, lo que sucede es que la batalla tomó una dimensión de mayor realismo y desafío.
Sin embargo, los controles no están exentos de defectos y en ocasiones pierden calibración, lo que usualmente se soluciona con reconfigurar o alinear la cámara al centro de la pantalla; no es grave pero sucede a menudo.
Antes de siquiera empuñar una espada, percibes que Link es un joven atlético más no incansable y hasta se confesaría humano, gobernado por un contador de resistencia física que mide cuánto tiempo puede correr, escalar y hacer todas esas acrobacias especiales por las que conocemos al verdoso protagonista, de modo que estarás en una carrera contra el tiempo. Ese aspecto de plataformas que se creía perdido o que tal vez nunca existió, cobra vida en retos que te impulsan a considerar cada salto y carrera durante la exploración de laberínticas cavernas o en el ascenso de una montaña.
Y hablando de las alturas, en Skyward Sword, se rebela contra los estándares del viejo y predecible Hyrule. Partes de Neburia, tu centro de operaciones por encima de las nubes, donde te recuperas y planeas la misión, sitio reminiscente al pueblo del reloj de Majoras Mask pero sin el fatídico destino que se cierne sobre sus habitantes, y tiene ciertos tintes del Wind Waker, y aunque no se compara en dimensiones ni densidad con la vastedad del océano, lo compensa con personajes. Las islas flotantes de Neburia alojan un reparto de peculiares actores que nutren tu aventura, desde el excéntrico coleccionista de objetos e insectos hasta un entusiasta del esgrima y claro, los cómicos mercaderes. Aquí estarán los imprescindibles minijuegos que se sumarán a una extenuante encomienda de recolección que rivaliza con la labor de encontrar Skullthulas en Ocarina of Time. Desplazarte aprovechando las bondades del control es tanto una actividad irrelevante como necesidad abrumadora, pues surcar las nubes en tu majestuoso neburí, fiel ave compañera de viajes aéreos, es simplemente emocionante.
El Hyrule cambió de formato, ahora son tres regiones temáticas que rechazan el ciclo tradicional de deambular en el exterior e investigar intrincados calabozos. Todo forma parte de un gigantesco escenario saturado de pruebas, donde cada rincón contiene acertijos y peligros. La genialidad de los legendarios arquitectos de la franquicia es evidente, pues antes de siquiera tocar la cerradura que da acceso a las fauces de la mazmorra, ya estás descifrando rompecabezas, activando mecanismos y buscando pistas para abrirte paso entre bosques fantasiosos cuyos paranoicos habitantes invocan tu ayuda, en volcanes furiosos que esconden sus secretos bajo tierra y por desiertos terribles que sólo puedes dominar al jalar riendas de monstruosos cadáveres. El incremento en cantidad no significa disminución de calidad, todo tiene una recompensa o sirve de complemento para otras más significativas. Magistralmente diseñados, con un meticuloso funcionamiento orgánico y que rara vez te extravía, el diseño del mundo es una de las joyas más valiosas de Skyward Sword y fragmentarlo lo hace más accesible, en especial para alguien que apenas empiece a jugarlo.
Los calabozos se apegan a la fórmula clásica de buscar llaves, utilizar la herramienta en turno para abrirte paso y finalmente, acceder a la batalla con el colosal anfitrión del castillo. Cada templo es más pequeño y manejable que los masivos del pasado, lo que evitará que te fatigues o exasperes, sin dejar de ser desafiantes, pues cada jefe requiere el uso ingenioso de ítems y habilidad al control. El impresionante sistema de combate lleva a las más interesantes batallas en la historia de la serie, sea que pelees contra un gigantesco escorpión o un autómata espadachín; necesitas ser astuto y persistente para vencerlos, un genuino estratega.
Volviendo a esos acertijos, la frescura impregnada en su funcionamiento es testamento de renovación, y si pensabas que tendrás que encender antorchas o trasladar cajas para presionar un botón, estás equivocado. Aquí hay nuevos artefactos, entre ellos el escarabajo antes mencionado, que vuelva libremente por el escenario, o un par de garras de excavación que te dan pauta para descubrir los secretos del terreno, además de otros juguetes que explotan, dan tirones, te hacen volar y en resumen, dan vida y flexibilidad a la aventura con acciones diversas. Mientras las herramientas de Twilight Princess acumulaban polvo tras un soberbio debut, Skyward Sword mantiene a las suyas vigentes de principio a fin con ingeniosas aplicaciones.
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