¿Por qué League of Legends y DOTA 2 son un éxito?

Un analisis al por qué este tipo de juegos son tan adictivos


Es imposible definir en forma general por qué a muchos les gusta un juego: existe una variada cantidad de razones de por qué alguien juega. Se puede, sin embargo, definir las atracciones que nos llevan a jugar cierto tipo de juegos. En este caso, nos centraremos en los MOBAs, intentando determinar por qué muchas personas los juegan, y a la larga se hacen adictos.

Aspecto Multijugador

El primer gancho de los MOBAs como League of Legends o DOTA tiene que ver con su aspecto de multijugador. Nos estamos midiendo contra otras personas, demostrando nuestras habilidades. Cuando jugamos, a diferencia de otros juegos que usan estas mecánicas como shooters más genéricos, el personaje que usamos es distintivo: tiene ciertas habilidades, ciertas formas de moverse, ciertas animaciones. Esto nos conecta de manera doble al personaje: son nuestras habilidades las que lo hacen triunfar ante otros humanos, y el personaje que usamos es reconocible como nuestro. Si nos gusta mucho un personaje, lo usaremos como “main” o personaje central, eligiéndolo cada vez que podamos, reforzando aún más esta conexión.

Demostración de habilidades

Otra forma en que los MOBAs nos enganchan tiene que ver con demostrar nuestras habilidades de forma pública. En League of Legends, por ejemplo, si jugamos partidas clasificatorias podemos subir de rango, partiendo desde bronce y llegando a retador. Este rango es visible si alguien revisa nuestro perfil, y se entregan bonos cosméticos (skins e iconos) a quienes logren un rango relativamente alto.

Habilidad y complejidad

Ahora bien, estos incentivos, a pesar de ayudar mucho a que entremos al juego, no son la única forma de mantenernos metidos. La competencia y la posibilidad de mejorar nuestras habilidades son los incentivos más lejanos, pero también más claros. Me explico: un MOBA es muy fácil de empezar, pero es increíblemente complicado convertirse en un maestro. El nivel de juego que necesitamos para llegar a eso es muy alto, y requiere no solo de un cierto talento, sino que también de perseverancia y tiempo invertido. El juego nos tienta con su accesibilidad, pero “terminarlo”, en este caso convertirse en el mejor jugador posible, es un objetivo que se siente posible pero lejano.

El sentir que, a punta de nuestro esfuerzo, podemos llegar a la cima de jugadores del mundo, se contrapone a que es muy complejo encontrar diferencias significativas entre un jugador de buen nivel y otro. Esto nos impulsa a creer que nosotros somos el mejor del equipo, creando una mentalidad de túnel que nos desconecta de los demás, y nos centra en nuestro objetivo: Nosotros seremos el “héroe”, el que lleve a nuestro equipo a la victoria.

Mala actitud

Esta contraposición entre querer demostrar y mejorar nuestras habilidades y la desconfianza en la habilidad de los demás es lo que genera, al menos en parte, las malas actitudes y peleas en las conversaciones del juego, pero también ayudan a mantenernos enganchados: voy a ganar a pesar de los demás.

Al final, incluso considerando todos estos elementos, la razón por la que nos mantenemos jugando largo rato va a depender, finalmente, de nosotros. Quizás nos gusta demostrar nuestras habilidades a otras personas. Tal vez queremos demostrarnos a nosotros mismos que podemos llegar a jugar tan bien como nuestros amigos. Incluso puede ser que alguien nos haya llamado malo en el juego y sea esa rabia, ese querer demostrarle que no, el que nos impulsa a seguir. Arriba de todo esto, y finalmente, quizás jugamos porque nos divierte hacerlo, sin otras razones complejas.

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