Dark Souls III: Más que una simple aventura

Un vistazo a como nuestro viaje puede representar algo más


[Nota del Editor: Este artículo contiene Spoilers de Dark Souls III, los dejamos advertidos]

A veces, un juego puede ir más allá de lo que parece a primera vista. Un shooter como Spec Ops: The Line puede causar que el que lo juegue se cuestione su propio estado como jugador, un RPG con gráficos caricaturescos como Earthbound puede contener impactantes metáforas sobre las madres y el nacimiento (por algo su nombre original en japonés es Mother 2). Incluso juegos que ya tienen una temática compleja y oscura como Dark Souls III pueden contener interesantes metáforas ocultas en pequeños detalles de su historia. Una de ellas es fácil pasar por alto, pero tiene gran profundidad: Podemos ver el viaje de nuestro héroe como un paso por el purgatorio.

Levantándonos de nuestra tumba

Cuando iniciamos el juego, podemos pasar horas creando un personaje perfecto, eligiendo nuestra clase y revisando las diferentes armas y habilidades que usan, pero una opción que podemos considerar insignificante nos revela algo vital, el llamado “burial gift”. Este, traducido literalmente, sería un regalo de entierro, algo que está bajo tierra junto con un cadáver. En Dark Souls III, es un ítem con el cual empezamos, como si ya hubiésemos muerto.

Vuelta al fuego

Esta es la primera pista, pero ciertamente no la última. La más claramente destacable tiene que ver con la forma en que el juego nos devuelve al fuego donde empezamos al morir. Desde tiempos inmemoriales (incluso durante los inicios del Imperio Romano), el fuego ha representado las almas de los antepasados, una conjunción de todos los que antes han muerto. Esa vuelta al fuego también es representativa de un cierto castigo: mientras no consigamos nuestro objetivo, no podremos avanzar. ¿No les suena esto parecido a un purgatorio, donde estamos condenados a enfrentar nuestros pecados hasta redimirnos?

Una misión: redimirnos

Esta teoría se reafirma si nos ponemos a pensar que tenemos una misión: devolver a los Lords a sus tronos. Cuando estos Lords mueren por nuestra mano, no vuelven físicamente, más bien sus almas, ya conectadas directamente con su reino, lo hacen. Es común, cuando se representa el purgatorio, mostrar a quienes lo viven quemando sus pecados, enfrentándolos para eliminarlos. Quizás todo el viaje que hace nuestro protagonista es ese mismo viaje de redención, condenado al mismo tiempo a repetirlo cada vez que falla (o hasta que rompamos el control de frustración), con enemigos que aparecen y reaparecen, siempre en las mismas posiciones, siempre dispuestos a eliminarnos.

Interacción con el mundo

Otro elemento importante que solidifica esta metáfora tiene que ver con nuestra relación con los ítems: nunca vemos a nuestro personaje interactuar con las armas o ítems en el escenario. No podemos tomar, por ejemplo, una espada en una pared. Todo lo que podemos equipar o usar está en cadáveres tirados en el suelo. Incluso nuestra moneda de cambio con los vendedores no es física: son almas, que automáticamente absorbemos de los enemigos que matamos, y jamás vemos que nos entreguen lo que compramos. Es casi como si fuéramos… fantasmas, algo puramente espiritual, fuera del plano físico.

Flamas al final del viaje

Las personas que invocamos incluso son espectros literales, sombras brillantes que nos ayudan a enfrentar la realidad, quizás cadáveres en vida con el mismo objetivo: finalmente salir del ciclo de muertes que viven. No es coincidencia que el objetivo final de todo Dark Souls tenga que ver con reavivar las flamas: al quemarnos, formamos parte de nuestros ancestros, y de todos los que han muerto anteriormente, poniendo un punto de término a nuestro viaje. Incluso la elección de finales múltiples juega a favor de esta metáfora: Si nos quedamos con el fuego, o nos negamos a encenderlo, estamos negando nuestro castigo, convirtiéndonos en reyes de un mundo condenado a repetirse infinitamente.

Finalmente, esta metáfora es una entre muchas otras: cada interpretación es un prisma, una forma de analizar y expandir lo que jugamos, descubriendo nuevas ideas en el proceso. Estas interpretaciones pueden ir más allá de lo que los mismos autores de la historia esperaban, pero no por eso pierden validez, o dejan de existir.

En conclusión, el viaje que hacemos a medida que jugamos Dark Souls 3 puede verse como una metáfora de un viaje por el purgatorio. Esto es fundamentado con una serie de pistas: Primero, el burial gift que elegimos al principio como algo que se entierra con un muerto. Luego, la vuelta al fuego cuando morimos y la regeneración de enemigos se puede ver como un castigo repetitivo. En tercer lugar, el no interactuar con el mundo físico excepto a través de objetos en cadáveres puede demostrarnos que somos una presencia fantasmal. Finalmente, incluso el final se correlaciona con una redención del purgatorio: nos quemamos como el purgatorio quema nuestros pecados. Si decidimos no quemarnos, nos volvemos reyes de un mundo repetitivo del cual no podemos escapar. Con todo esto dicho, Dark Souls III se vuelve más que una simple aventura por un mundo decaído: el personaje que controlamos se redime, luego nos deja, saliendo por fin del ciclo.

Comentarios

  • Facebook

  • Tarreo (2)

 
 
  • Mejores

  • Nuevos

    Advertising