Timothy Cain, creador de Fallout, cuestiona por qué los videojuegos no han bajado de precio pese a la digitalización y la reducción de costos, en una reflexión que expone una industria más eficiente, pero no necesariamente más justa con el jugador.
La industria de los videojuegos ha cambiado radicalmente en las últimas décadas, y con el paso de los cartuchos y discos físicos, a las plataformas digitales, se prometía una nueva era de comodidad, inmediatez y eficiencia económica.
Sin embargo, un veterano de la industria ha puesto el dedo en la llaga: ¿por qué los juegos no son más baratos si producirlos y distribuirlos cuesta menos que nunca?. Hablamos de Timothy Cain (o Tim Cain), creador del legendario Fallout y figura clave en el desarrollo de The Outer Worlds, quien reflexionó recientemente sobre esta contradicción en su canal de YouTube.
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Una mirada histórica, del cartucho al clic
En un video titulado “Medios de juego físicos frente a digitales”, el diseñador desmenuza los pros y contras de la digitalización y plantea una pregunta incómoda para editores y jugadores por igual: ¿a dónde fue a parar el dinero que se ahorró?.
Esta leyenda de la industria, quien vivió en carne propia la evolución del medio desde los años noventa, recuerda que en la era del Super Nintendo un juego estándar costaba alrededor de $59 dólares, una cifra considerable para la época, pero curiosamente, tres décadas después, los títulos AAA mantienen prácticamente el mismo precio nominal.
El desarrollador sugiere que esta aparente estabilidad podría deberse a los enormes ahorros que trajo la digitalización, ya que se eliminaron los costos de fabricación de discos, empaques, transporte y almacenamiento, aunque esas reducciones, indica, no se tradujeron en beneficios directos para el jugador.
En lugar de abaratarse, los juegos mantuvieron su precio, compensando así el aumento de los gastos de desarrollo y permitiendo a las empresas conservar márgenes de ganancia estables o incluso mayores.
Cain enfatiza que su crítica no apunta a una comparación simple entre las versiones físicas y digitales, sino a una tendencia más amplia, destacando el hecho de que el precio promedio de los videojuegos no haya disminuido, a pesar de la desaparición de buena parte de los costos logísticos que antes encarecían el producto.

Junto a lo anterior, en su análisis, Cain también desmantela uno de los argumentos más repetidos por la industria, lo cual es el aumento en los costos de desarrollo, gráficos más realistas, mundos más grandes, plantillas de cientos de desarrolladores, justifica los precios actuales.
Para él, esa explicación es incompleta y si bien los presupuestos se han disparado, los costos ahorrados por la digitalización son tan grandes que, en teoría, podrían haber permitido precios más bajos sin comprometer la calidad ni los beneficios.
El resultado, en palabras del diseñador, es un “equilibrio invisible”, comentando que la digitalización permitió a las empresas mantener precios estables frente a la inflación, pero no generó un beneficio tangible para el consumidor o, en otras palabras, pagamos lo mismo de siempre por juegos que cuestan mucho menos producir y distribuir, aunque más desarrollar.
El arte detrás de la crítica
El desarrollador reconoce también que existen otros factores que complican la ecuación, como las comisiones de las plataformas digitales, el mantenimiento de servidores y la delicada relación con minoristas y mercados de segunda mano. Estos elementos impiden que las editoras bajen demasiado los precios, para no desequilibrar un ecosistema que aún depende en parte del comercio físico.
Y más allá de su postura económica, el discurso de Cain revela una profunda preocupación por la pérdida de algo menos cuantificable, lo que en medios como Automaton califican como la “materialidad” del videojuego. En los noventa, abrir una caja nueva significaba encontrarse con manuales ilustrados, mapas impresos y arte conceptual que convertían cada compra en un objeto de colección.
La transición digital, aunque práctica, despojó a los juegos de ese componente tangible, de esa sensación de pertenencia y hoy, las bibliotecas digitales han sustituido las estanterías físicas; los íconos reemplazan las portadas.

Y aunque los gráficos dentro de los juegos nunca han sido tan detallados y artísticos, el envoltorio exterior se ha reducido a una simple miniatura en pantalla.
Para cerrar, Cain lamenta esta pérdida cultural tanto como la falta de transparencia económica, diciendo que los videojuegos modernos son más espectaculares que nunca, pero también más “desechables” e incluso, más fugaces.
Puedes ver el video (en inglés) a continuación.
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