El nuevo proyecto de FromSoftware y Bandai Namco llega con una propuesta distinta: una experiencia cooperativa, dinámica y desafiante que condensa el ADN soulslike en sesiones más cortas y accesibles. Pero la gran incógnita es si Nightreign está a la altura del legado de Elden Ring o simplemente busca vivir de su prestigio.
Una precuela independiente centrada en el cooperativo
Lo primero que conviene aclarar es que Elden Ring: Nightreign no es un DLC, sino un título standalone. No requiere el juego base para jugar, lo cual lo convierte en una excelente puerta de entrada para nuevos jugadores que no necesariamente tienen un historial con la saga.
En esta entrega, tomamos el rol de un Nightfarer, uno de los ocho guerreros resucitados en una versión corrompida de las Tierras Intermedias, ahora asoladas por la lluvia del Nightreign, una oscuridad que amenaza con borrar toda forma de vida. Tras una introducción en la que el fracaso inicial actúa casi como un rito (muy al estilo FromSoftware), accedemos al hub central, un santuario de operaciones con claras reminiscencias a Monster Hunter.
Aquí, los jugadores pueden interactuar con NPCs que expanden el lore, acceder a un mercader, cambiar de clase, y mejorar habilidades pasivas mediante gemas y reliquias obtenidas en las misiones. El núcleo del santuario es la mesa central, desde donde se gestionan las expediciones multijugador.

Un soulslike más ágil y con estructura procedural
Con seis clases disponibles desde el inicio —y dos adicionales que se desbloquean con el progreso— Nightreign propone una fórmula que condensa la esencia de Elden Ring en partidas de entre 15 y 45 minutos. Cada sesión consiste en sobrevivir tres noches en Linveld, una región generada proceduralmente cada vez que el jugador descansa en el santuario.
La progresión gira en torno a la mejora del equipo y la subida rápida de nivel, con combates más frenéticos y menos ceremoniosos que en el título original. La ausencia de daño por caída y las entradas en combate al estilo “caída de superhéroe” marcan un tono más arcade y menos solemne.
La sinergia entre clases enriquece el sistema de combate: los jugadores pueden combinar habilidades para ejecutar combos espectaculares, y una mecánica clave permite revivir a los aliados con ataques cuerpo a cuerpo, lo que aporta dinamismo y obliga a una coordinación constante.
Tras derrotar al primer jefe, se desbloquean seis expediciones opcionales. El jugador debe completar al menos cuatro para acceder al jefe final. Cada etapa es un mapa procedural que incluye enemigos, forjas, comerciantes y jefes provenientes del universo de Elden Ring, reorganizados aleatoriamente.
No hay pausas ni respiros: quienes logren llegar al “tercer día” con buen equipo y armas mejoradas, se verán recompensados con la posibilidad de enfrentarse a jefes mayores —incluidos algunos conocidos por los fans de la saga.

No todo reluce bajo la lluvia eterna
Aunque su propuesta resulta fresca y atractiva, Nightreign no está exento de puntos débiles. La aleatoriedad en el posicionamiento de enemigos puede generar situaciones injustas, especialmente si el equipo no se comunica adecuadamente. Además, jugar en solitario reduce significativamente la experiencia, ya que elimina mecánicas clave como el revivir entre aliados o la acumulación grupal de runas.
Uno de los mayores sacrificios en comparación con Elden Ring es la personalización. Aquí, cada clase posee habilidades y ultimates propias, con un enfoque claramente influenciado por los hero shooters, MOBAs y ciertos MMOs. Esto refuerza la identidad de cada rol, pero limita la libertad para construir un personaje a medida, algo que era uno de los pilares fundamentales del título original.
El sistema de equipamiento también ha sido simplificado. Cada expedición limita al jugador a tres combinaciones de armas y cuatro objetos de uso rápido. Esto obliga a una gestión táctica más estricta, pero reduce la variedad de opciones y la adaptabilidad ante situaciones imprevistas.
A esto se suma un apartado visual que, aunque competente, reutiliza muchos activos del juego base. La sensación de “contenido derivado” es difícil de ignorar para quienes hayan recorrido los títulos de From Software.

¿Vale la pena?
Elden Ring: Nightreign es un experimento interesante que apunta a un tipo de experiencia más accesible, rápida y cooperativa dentro del universo creado por FromSoftware. Para quienes disfrutan del PvE en equipo y buscan sesiones de juego más compactas sin perder el toque desafiante del estudio, es una propuesta muy atractiva.
Sin embargo, los fans que valoran la libertad total de exploración, la construcción detallada de personajes y la narrativa emergente de la entrega original pueden sentirse decepcionados. En solitario, la experiencia pierde profundidad y ritmo, y la falta de opciones de personalización puede frustrar a los más veteranos.
Habrá que ver si futuros parches amplían el contenido o ajustan el balance para mejorar la experiencia en solitario. Por ahora, Nightreign se presenta como una versión alternativa —más ligera, pero también más limitada— de la fórmula que convirtió a Elden Ring en un fenómeno.

