Leslie Benzies, creador de Build A Rocket Boy y exfigura de GTA, culpó a sus propios empleados de sabotear el fracaso de MindsEye, calificando a algunos de ellos de “saboteadores internos”.
La cabeza del estudio Build A Rocket Boy y antiguo cerebro de Grand Theft Auto, Leslie Benzies, ha señalado a empleados de su propia compañía como responsables del fracaso de MindsEye, su nuevo juego.
En una reunión interna celebrada poco después del lanzamiento del título, el veterano desarrollador calificó a algunos de sus trabajadores como “saboteadores”, asegurando que fuerzas “internas y externas” atentaron contra el éxito del proyecto del ex Jefe de GTA.
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Un lanzamiento desastroso y un estudio en crisis
Como muchos jugadores ya sabrán, el debut de MindsEye en junio fue todo menos triunfal y lo que prometía ser una experiencia cinematográfica y ambiciosa terminó recibiendo críticas demoledoras por parte de la prensa y los jugadores.
Errores técnicos, misiones incompletas y un diseño inconsistente convirtieron al título en un ejemplo de cómo no gestionar una producción millonaria.
Apenas un mes después, durante una reunión general con todo el personal, Benzies ,fundador y director del estudio Build A Rocket Boy, expresó su indignación ante lo que consideró una traición desde dentro.
“Me resulta repugnante que alguien pueda sentarse entre nosotros, comportarse así y seguir trabajando aquí”, dijo ante el equipo.
Según fuentes cercanas, el desarrollador anunció la apertura de una investigación interna para identificar a los supuestos “saboteadores”, una decisión que llegó apenas una semana antes de que se comunicaran despidos en masa.
Benzies, recordado por su papel fundamental en la saga Grand Theft Auto, aseguraba que la recepción negativa de MindsEye era “injustificada” y que había sido manipulada por factores externos y por miembros del propio equipo.
Sin embargo, sus palabras no hicieron más que profundizar la división dentro del estudio. Cabe destacar que esto se había comentado anteriormente con información entregada por “fuentes familiarizadas con lo que sucede dentro del estudio”, pero ahora se ha ido confirmando por los exempleados.
Y es que medida que las declaraciones de Benzies se hacían públicas, estos comenzaron a relatar su versión de los hechos y según testimonios recogidos por la BBC, el problema no habría sido la deslealtad de los trabajadores, sino una gestión errática desde la cúpula.
“Leslie nunca decidió qué juego quería hacer. No había una dirección coherente”, afirmó un exdesarrollador identificado como Jamie, quien describió un proceso creativo marcado por la indecisión y la falta de liderazgo.
Otros exempleados señalaron el excesivo control del fundador sobre todos los aspectos del proyecto, un fenómeno que internamente se conocía como los “tickets de Leslie”.
Estas eran observaciones personales que el directivo realizaba mientras jugaba versiones preliminares del título, y que se convertían automáticamente en prioridades absolutas para el equipo.
“Da igual en qué estuvieras trabajando o qué tan urgente fuera tu tarea. Si aparecía un ‘ticket de Leslie’, había que resolverlo de inmediato”, explicó el exanalista de datos Ben Newbon, reflejando un ambiente en el que las prioridades cambiaban a diario y el rumbo del desarrollo se diluía en decisiones impulsivas.
Entre la autocrítica y la negación
Consultado por la BBC acerca de sus declaraciones sobre las “fuerzas internas y externas” que habrían saboteado el lanzamiento, el estudio respondió con un comunicado más moderado.
En él, la dirección de Build A Rocket Boy asumía “plena responsabilidad por el lanzamiento inicial” de MindsEye y reconocía que “la versión publicada no reflejaba la experiencia que nuestra comunidad merecía”.
Sin embargo, ni esa disculpa ni las posteriores aclaraciones lograron apagar el fuego, ya que para muchos, el caso de MindsEye se ha convertido en un símbolo del choque entre la ambición creativa de las grandes figuras de la industria y las realidades humanas y organizativas que determinan el éxito o el fracaso de un videojuego.
Y es que para cerrar, lo que debía ser su regreso triunfal a la primera línea del desarrollo, terminó siendo un recordatorio de que ni la experiencia ni el prestigio garantizan el éxito.
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