Jugadores se preguntan por qué frases de videojuegos se nos quedan grabadas en la cabeza: la repetición y la emoción serían las culpables

Jugadores se preguntan por qué frases de videojuegos se nos quedan grabadas en la cabeza: la repetición y la emoción serían las culpables

Algunos jugadores se han preguntado por qué ciertas frases de videojuegos permanecen en nuestra memoria durante años y Keith Stuart, en su columna para The Guardian, analiza el fenómeno, explicando que pasa por la repetición, el ritmo y hasta la carga afectiva de los momentos en que jugamos. Desde siempre, a muchos jugadores les ha […]

Por Víctor Méndez el 19/09/2025

Algunos jugadores se han preguntado por qué ciertas frases de videojuegos permanecen en nuestra memoria durante años y Keith Stuart, en su columna para The Guardian, analiza el fenómeno, explicando que pasa por la repetición, el ritmo y hasta la carga afectiva de los momentos en que jugamos.

Desde siempre, a muchos jugadores les ha llamado la atención cómo, independiente de si eres gamer casual o hardcore, siempre repetimos ciertas frases de videojuegos que ya son parte de la cultura general.

De hecho, estoy seguro que solo viendo las imágenes de la portada de esta nota, algunos volvieron inmediatamente a repetir las frases de esos personajes de videojuegos.

Y en su columna de opinión para The Guardian, el periodista Keith Stuart reflexiona sobre este fenómeno, donde frases se convierten en referencias culturales que trascienden generaciones, mientras que otras, aun sin mayor relevancia aparente, terminan rondando en nuestra mente durante décadas.

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Del “Hadouken” al “Would you kindly?”: el léxico compartido del videojuego

Al igual que ocurre con el cine, los videojuegos han generado un catálogo de frases icónicas que cualquier aficionado reconoce al instante. 

Desde el estruendoso “Hadouken!” de Street Fighter hasta el inquietante “Remember, no Russian” de Call of Duty o el manipulado “Would you kindly?” de BioShock, los ejemplos abundan. 

Estas líneas, cargadas de estilo, dramatismo o incluso ironía, se han convertido en parte del vocabulario gamer global y basta con que aparezcan en un meme para que miles de usuarios comprendan al vuelo la referencia.

Pero Stuart plantea que no solo esas citas legendarias permanecen, ya que también existen frases menores, casi triviales, que parecen instalarse en la memoria sin razón lógica. 

Él mismo confiesa recordar los gruñidos y órdenes de Commandos: Behind Enemy Lines, un título que no juega desde hace más de veinte años, recordando que mientras olvida con facilidad dónde dejó sus audífonos o su billetera, nunca logra borrar de su cabeza los “Finally, some action” o “Consider it done, boss” del personaje Samuel Brooklyn. 

La pregunta es inevitable: ¿por qué retenemos estas frases y no otras?

La respuesta no parece estar en la obsesión individual, sino en un fenómeno ampliamente compartido, y Stuart descubrió en la red social Bluesky que cientos de jugadores tienen su propio catálogo de líneas inolvidables. 

Algunos recuerdan con nitidez frases de títulos clásicos como Gauntlet o The Legend of Zelda: The Wind Waker; otros, expresiones disparatadas de entrenadores Pokémon o incluso citas de juegos de culto como Marathon.

Lo interesante, subraya, es que muchas de estas frases terminan integrándose en la vida cotidiana y los hugadores que al abrir la nevera piensan automáticamente en “Wizard needs food badly”, o grupos de amigos que llevan dos décadas repitiendo una línea de F-Zero GX como chiste privado. 

Así, el diálogo de los videojuegos se transforma en una suerte de argot cultural compartido, tan potente como las citas de películas o series.

Repetición, ritmo y el eco de lo absurdo

Stuart identifica algunos factores que explican la persistencia de estos recuerdos ya que en campañas que pueden extenderse 20 horas, los llamados barks, pequeñas frases automáticas de personajes no jugables, suenan tantas veces que se incrustan en la memoria. 

Basta pensar en el mercader de Resident Evil 4 y su célebre “What’re ya buyin’?”, escuchado cientos de veces en una sola partida.

Pero también hay elementos psicológicos como la llamada ecolalia, que es la repetición de palabras o sonidos reconfortantes, puede jugar un rol y los videojuegos, construidos sobre ciclos de acción y ritmo, favorecen esa interiorización casi musical del diálogo. 

Además, en ocasiones, lo absurdo potencia el efecto: frases ridículas o fuera de contexto generan un contraste tan grande con la gravedad de la narrativa que resultan imposibles de olvidar.

Finalmente, Stuart admite que no siempre existe una explicación racional y, tal vez lo que recordamos no es solo la frase, sino el momento vital en que jugábamos ese título. 

La seriedad de un combate contra nazis en Commandos, por ejemplo, contrastaba con la ingenuidad de las expresiones repetitivas de un soldado virtual. 

Disonancia que para él y muchos otros gamers, lejos de restar valor, convirtió la experiencia en un recuerdo perdurable.

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