Rusia ha endurecido su aislamiento geopolítico prohibiendo Roblox bajo pretextos de “seguridad moral”, una medida que ha desatado protestas inéditas y la politización forzosa de la infancia rusa y, lejos de aceptar la desconexión, millones de familias han optado por la clandestinidad tecnológica, normalizando el uso de VPNs para recuperar un espacio creativo víctima del nuevo Telón de Acero digital.
El aislamiento digital de Rusia dio un nuevo y drástico paso el pasado 3 de diciembre de 2025, cuando el organismo de control de las comunicaciones, Roskomnadzor, oficializó el bloqueo de Roblox. La plataforma, con sede en California y extremadamente popular entre los menores, se une así a una creciente lista de entidades occidentales prohibidas en la Federación Rusa, que ya incluye a gigantes como Instagram, Facebook, X (antes Twitter) y LinkedIn.
Aunque oficialmente la medida se justifica bajo la premisa de proteger la moralidad infantil, analistas y ciudadanos ven en este movimiento una maniobra política para consolidar el control estatal sobre los flujos de información y aislar aún más a la población del ecosistema global de internet, mientras los niños ya protestan por la medida.
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La justificación moral frente a la estrategia de aislamiento geopolítico
Por si no estabas al tanto de esta noticia, te contamos que la narrativa oficial presentada por el Kremlin para justificar el bloqueo se centra en la “protección de la infancia”. Roskomnadzor argumentó que la plataforma estaba plagada de contenidos inapropiados capaces de impactar negativamente en el “desarrollo espiritual y moral” de los niños. Las acusaciones escalaron rápidamente desde la seguridad infantil hasta la seguridad nacional, y el regulador alegó la distribución reiterada de materiales que promovían actividades extremistas, terrorismo, incitación a crímenes violentos y lo que el Estado denomina “propaganda de temas LGBT”.
Sin embargo, detrás del debate de la seguridad moral, muchos ven una motivación geopolítica evidente, ya que en un contexto de guerra y tensión con Occidente, las autoridades rusas perciben a las empresas tecnológicas estadounidenses como amenazas potenciales y vectores de una “guerra de información” sofisticada. Roblox, al ser una plataforma social masiva y difícil de monitorear debido a su inmenso volumen de contenido generado por usuarios, representaba un canal de comunicación fuera del alcance de la narrativa estatal controlada.
Esta prohibición no es un hecho aislado, sino una pieza más en la construcción del llamado “Cheburnet” o internet soberano ruso y a medida que la censura doméstica se acelera, Rusia busca desconectarse de las influencias culturales y tecnológicas de Occidente. No obstante, la selectividad del bloqueo ha levantado sospechas, pensando que otros juegos populares de origen occidental con densas poblaciones de jugadores rusos, como Counter-Strike 2, Dota 2 o Grand Theft Auto 5, continúan operativos.
Esto sugiere que Roblox fue el objetivo específico no solo por su contenido, sino por su capacidad de influir en la demografía más joven y maleable del país, llevando a que la reacción al bloqueo haya generado un fenómeno inusual en la Rusia contemporánea, con una politización forzosa de los niños y una rara muestra de disidencia pública. El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, se vio obligado a admitir que la administración ha recibido una avalancha de cartas escritas por niños exigiendo la restitución del juego.
Estas declaraciones surgieron tras los comentarios de Yekaterina Mizulina, figura pública pro-Kremlin, quien afirmó haber recibido más de 63.000 misivas de menores, algunos de los cuales expresaban incluso su deseo de abandonar el país para poder seguir jugando.
De las cartas al Kremlin a las protestas en Siberia
El descontento trascendió el ámbito digital y se manifestó físicamente en las calles, un hecho notable en un país donde la disidencia es severamente castigada. En la ciudad siberiana de Tomsk, a casi 3.000 kilómetros de Moscú, varias decenas de personas desafiaron la nieve y las restrictivas leyes de manifestación para protestar en el Parque Vladimir Vysotsky. Portando carteles hechos a mano con consignas como “Manos fuera de Roblox” y “Roblox es víctima del Telón de Acero digital”, los manifestantes denunciaron la ineficacia y la arbitrariedad de las prohibiciones estatales.
Este episodio subraya una brecha generacional y de entendimiento entre el gobierno y la ciudadanía. Mientras el Estado ve en la censura una herramienta de defensa de los “valores tradicionales” frente a la decadencia occidental, para los jóvenes y sus padres, estas medidas son percibidas como actos de un “teatro burocrático”.
La administración de Putin parece haber subestimado el impacto social de atacar un espacio que, para millones de niños rusos, funcionaba como su principal patio de recreo y centro de socialización. A pesar de las súplicas infantiles y las protestas, las autoridades no han mostrado ninguna intención de revertir la medida, confirmando que la prioridad sigue siendo el control férreo sobre cualquier plataforma extranjera de comunicación masiva.
La “VPN-ización” de la infancia y la ruptura del tejido creativo
Más allá de la política, el bloqueo ha tenido consecuencias tangibles y emocionales en los hogares rusos, con testimonios recopilados por medios independientes como Meduza que revelan una realidad de frustración, pérdida y adaptación tecnológica forzosa. Para muchos padres y educadores, la prohibición de Roblox no es solo la pérdida de un videojuego, sino la destrucción de herramientas educativas y creativas.
Profesores que utilizaban Roblox Studio para enseñar programación han visto sus planes de estudio desmantelados, calificando la acción del gobierno como un “ataque al acceso a la creatividad”. La respuesta inmediata de la población ha sido eludir la censura y el uso de Redes Privadas Virtuales (VPN) se ha normalizado incluso entre los niños de primaria, a menudo con la ayuda cómplice de sus padres.
Esta dinámica ha creado una paradoja: el Estado intenta “proteger” a los niños del contenido occidental, pero sus acciones empujan a esos mismos niños a utilizar herramientas de evasión y a navegar por un “internet gris” para recuperar su acceso.
Para cerrar, estos testimonios reflejan un profundo sentimiento de injusticia. Los niños lamentan la pérdida de años de trabajo en la creación de mundos digitales, la desaparición de sus activos virtuales y la desconexión abrupta de sus amigos internacionales y para muchos padres, aunque reconocen los problemas de seguridad inherentes a cualquier plataforma online, la prohibición total se percibe como una medida “estúpida y sin sentido”, similar a “prohibir jugar en la calle”.
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