Lo que empezó como una simple pregunta sobre por qué algunos jugadores invierten los controles en videojuegos, terminó convirtiéndose en un estudio científico pionero, el cual demostró que la preferencia no depende tanto de costumbres o nostalgia, sino de procesos cognitivos.
Hace cinco años, en los días previos al primer confinamiento por la pandemia, surgió en The Guardian una pregunta aparentemente menor: ¿por qué algunos jugadores invierten los controles en los videojuegos?.
Lo que parecía un debate anecdótico sobre costumbres de jugadores terminó por convertirse en un fenómeno viral que atrajo a más de un millón de lectores, científicos especializados en percepción visual.
Y finalmente, un estudio académico que terminó revelando procesos cognitivos profundos, sobre cómo los seres humanos interactúan con interfaces digitales.
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Del confinamiento a la investigación científica
Mientras la mayoría empuja hacia arriba para mirar arriba y hacia abajo para mirar abajo, existe una minoría que hace lo contrario, controlando al personaje como si fuera un avión, tirando hacia atrás para ascender.
En esa línea, el artículo inicial del periodista Keith Stuart despertó la atención de la doctora Jennifer Corbett y del doctor Jaap Munneke, entonces investigadores en el Laboratorio de Percepción Visual y Atención de la Universidad de Brunel, en Londres.
Con el cierre de laboratorios durante la pandemia, la pregunta sobre los controles invertidos ofreció una oportunidad inesperada, lo cual es explorar a distancia la neurociencia de la interacción entre humanos y máquinas.
Stuart comenta que no solo los jugadores respondieron a la convocatoria, ya que también lo hicieron pilotos, cirujanos, diseñadores y operarios de maquinaria.
La diversidad de testimonios obligó a los investigadores a revisar literatura científica y diseñar un estudio inédito, incluyendo cuestionarios, experimentos realizados por Zoom y el análisis de datos mediante algoritmos de aprendizaje automático.
Los ensayos pusieron a prueba la capacidad de los participantes para rotar mentalmente figuras, adoptar la perspectiva de un avatar, evaluar inclinaciones en escenarios visuales complejos y sortear el llamado efecto Simon.
Este, indican los investigadores, dificulta reaccionar cuando la posición de un estímulo no coincide con la del botón de respuesta y con estas pruebas, Corbett y Munneke lograron aislar los factores más influyentes en la elección de invertir o no los controles.

Y contra lo que muchos jugadores suponían, las razones habituales, entre las que están haber jugado simuladores de vuelo, la primera consola utilizada o la costumbre adquirida en un título específico, no fueron determinantes.
El factor clave fue la rapidez con la que cada individuo podía rotar mentalmente objetos en 3D y superar el efecto Simon.
Según los datos, quienes no invertían tendían a ser más veloces, aunque no necesariamente más precisos.
Keith Stuart dice que el hallazgo sugiere que la preferencia por invertir o no los controles no está grabada en piedra, sino que se relaciona con procesos cognitivos inconscientes.
Implicaciones más allá de los videojuegos
Debido a todo lo anterior, los investigadores recomiendan experimentar con el esquema opuesto al habitual, ya que un jugador podría mejorar su rendimiento si se adapta a la configuración contraria, tal como un zurdo forzado a escribir con la derecha podría redescubrir su verdadera destreza, al volver a usar su mano natural.

Es así como al final, los resultados, publicados en el artículo académico Why axis inversion? Optimising interactions between users, interfaces, and visual displays in 3D environments (¿Por qué invertir los ejes? Optimización de las interacciones entre usuarios, interfaces y visualizaciones en entornos 3D), van más allá del ocio digital.
Según Corbett, optimizar la configuración de controles puede mejorar la colaboración entre humanos y máquinas en ámbitos tan dispares como la cirugía mínimamente invasiva o la interacción con sistemas de inteligencia artificial.
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