Mi amor por los videojuegos arruinó mi vida...

...suerte que tengo otras dos

Mi amor por los videojuegos arruinó mi vida...

...suerte que tengo otras dos

Soy un hombre feliz y
normal, en verdad. Pero amo a los videojuegos, y no me refiero a que me gusten
mucho y disfrute pasar el rato jugando con mi Xbox 360 o con mi recién adquirido
PS3; en realidad los amo; si no se descompusiera, le llevaría caldo de pollo a
mi Xbox cuando hace frío, cuando me acuesto a dormir les doy las buenas noches
y sigo en espera de que sea legal casarse con un aparato electrónico. ¿Estoy
loco? no lo creo. ¿Tengo algún tipo de desorden que me impide crear lazos
emocionales con otro ser humano? Probablemente sí, aunque se podría debatir, ya
que soy muy feliz con mi novia y no hemos todavía pasado una noche fría y sin
amor.





Cuando era pequeño,
descubrí la bondad del mundo electrónico en el lugar más insospechado del mundo:
la tienda de abarrotes que se encuentra cerca de mi casa. La primera vez que
fui y me di cuenta que entre los estantes, llenos de dulces y amorosas
golosinas, se encontraban varios arcades. Cuando fui a revisar, me encontré con
que entre los títulos seleccionables para jugar estaban Donkey Kong Jr., Super Mario
Bros., Bomberman y Pac-Man. Todavía recuerdo cómo mi mano
buscó la moneda con la cara de Carranza que tenía guardada para comprar algún
dulce y la introdujo en la ranura de Mario Bros. En ese momento nació mi
adicción.





Tú eres el culpable
Tú eres el culpable

Todos los días guardaba mi
dinero del lunch para ir a tratar de rescatar a La Princesa de las garras de
Koopa (sí, en ese tiempo le decía así). Nunca era suficiente acción y los
hongos verdes rondaban mi cabeza a cada instante. Sobrevivir en la jungla con
Donkey Kong Jr. se volvió un reto personal y dejar en ridículo a los fantasmas
de Pac-Man también. Fue esa Navidad en que los Reyes me trajeron el NES
con mi pistola y tapete, pero más importante, con Super Mario Bros. Mi
papá me tuvo que ir a separar del control después de estar traumado más de 10
horas saltando sobre hongos y tortugas.





Era todo un reto sobrevivir en la selva
Era todo un reto sobrevivir en la selva

Ese NES fue mi primera
consola, mía y de nadie más. En aquellos tiempos el tapete me parecía un
accesorio perfecto, mi primo y yo hacíamos retas en ese antiguo juego de
atletismo; y ni hablar del zapper; para mí era magia el hecho de que esa
pistola con un cristal dentro del cañón supiera para dónde diablos estaba
apuntando. Disparar a esos patos se volvió algo del día a día, pero más
importante fue que con ese juego obtuve a mi primer némesis virtual, aquel maldito
perro que salía a reírse de mí. A la fecha todavía me dan ganas de salir buscarlo
con un bat entre las manos. Entonces no lo sabía, pero los videojuegos habrían
de marcar mi vida.





¡Muere maldito!
¡Muere maldito!

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