El juicio del ciudadano noruego Anders Breivik, quien perpetrara un masivo ataque terrorista que dejó a más de 70 víctimas el año pasado en Oslo, continúa. Más allá del proceso legal al que aduce el término juicio, esto ya se ha convertido en una búsqueda por respuestas. Abogados, fiscales y jurado tratan de determinar qué clase de anomalía mental pudo haber detonado los sanguinarios actos de Breivik y en vista de que el propio acusado enfatizó casi desde el comienzo su estrecha relación con los videojuegos, hace algunas horas esta forma de entretenimiento volvió a ser tema de discusión en la sala de audiencias.
La juez Elizabeth Arntzen cuestionó a un par de psiquiatras que evaluaron a Breivik en torno a lo que sus prácticas de videojuego implicarían en términos de salud mental y relaciones sociales. De antemano, ambos expertos se dijeron poco conocedores en el terreno del entretenimiento electrónico, pero llegaron a determinar que, si bien jugar esta clase de productos es una muestra de función cognitiva normal, es algo completamente diferente a relacionarse con algo en la vida real, estar comprometido en relaciones con otras personas, tener encuentros, ir a trabajar por la mañana, tener una relación sana con una novia o tener habilidades sociales comunes, aclaró la psiquiatra Synne Sørheim; en otras palabras, pasar 16 horas diarias jugando World of Warcraft por un año como supuestamente hizo Breivik, sí era algo a destacar.
Ahora bien, cuando la juez Arntzen le preguntó a los psiquiatras si eso podría calificarse como adicción, vino la parte más polémica de todo el asunto. Algunos dirían que sí. Al ver este comportamiento en perspectiva con su forma de vida previa, contestó uno de los especialistas, pero aun así me gustaría señalar que sentarse solo a jugar en un cuarto, sin importar el contexto, llámenle adicción o lo que sea, no es normal para un hombre de 20 años o más [suspiro].
La declaración es controvertida desde varios ángulos. En primer lugar, la adicción a los videojuegos todavía no ha sido reconocida oficialmente como un padecimiento por el manual DSM quizá en su próxima edición lo sea, pero no aún, así que la pregunta de la juez y la respuesta del psiquiatra entraban ya en un terreno inestable. Ahora, jugar 16 horas diarias por un año sí tiene que considerarse como algo anómalo, pero decir que jugar en solitario después de los 20 no es normal, son asuntos completamente diferentes. Cabe recordar que el promedio de edad del jugador actual es de 30 años, así que aventurar un comentario así se antoja como una demostración de que, efectivamente, los psiquiatras en cuestión no saben bien de lo que hablan.
Vale aclarar que de ningún modo estamos defendiendo a Breivik. Lo que hizo parece inexplicable, pero precisamente por eso los involucrados deben tener mucho cuidado al buscar culpables, pues este patrón que pretende satanizar a los videojuegos ya se ha visto antes y no conduce a nada. Aquí lo importante sería buscar especialistas con experiencia en materia de entretenimiento electrónico y desórdenes de conducta para no empezar a tergiversar las cosas. Sí, algo estaba y sigue estando mal con Breivik; jugar 16 horas diarias por 365 días tiene que ser un foco rojo, pero no implica tener argumentos para generalizar y decir que jugar solo a cierta edad es sinónimo de patología.
Seguiremos atentos a este caso que ya lleva casi un año en la mira del mundo entero, pero especialmente de la comunidad del videojuego, pues el perpetrador dijo usar Modern Warfare 2 como entrenamiento y tener a World of Warcraft como una de sus pasiones; los ingredientes perfectos para seguir alimentando el prejuicio hacia el entretenimiento electrónico.
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