Análisis: ¿Por qué jugamos y nos gusta Stardew Valley?

Una mirada a que es lo que hace a este juego algo tan adictivo


Stardew Valley es un juego extraño, una culminación del trabajo de años de un solo autor. Sus mecánicas son simples y su gráfica es la típica de un juego indie: pixelada y similar a juegos de épocas pasadas. Ni siquiera su jugabilidad es especialmente novedosa, ya que la mayoría de sus elementos ya estaban en Harvest Moon y juegos de esa índole. A pesar de que es cierto que la demanda de juegos como estos no se había suplido en PC (excepto en emuladores), lo cual ayuda a su éxito comercial, incluso personas que jamás habían probado juegos del estilo ahora lo juegan y lo alaban. Conociendo esto: ¿Qué es lo que hace que tanta gente juegue y le guste Stardew Valley?

Responder esta pregunta requiere un análisis a los diferentes aspectos que logran hacer que el juego sea más que una suma de sus partes. Nos centraremos, primero, en sus mecánicas.

Stardew Valley es un juego con controles simples, que se trata principalmente de manejar una granja. Lo que lo diferencia de otros juegos de ese estilo es la variedad de cosas que se pueden hacer, desde simplemente plantar vegetales hasta cuidar animales y explorar una mina llena de monstruos.

Al contrario de ciertos juegos de su estirpe, y esto es un factor muy importante, el juego le da acceso al jugador a cada una de estas facetas desde el principio. Es posible dedicarse a explorar las minas sin hacer nada más, o tan solo cultivar vegetales y venderlos. Esta libertad no es común, ya que en general los juegos dividen cada cosa que hacer en tutoriales, que se van introduciendo a medida que avanza la trama. Stardew da total libertad al jugador, dándole una cantidad enorme de opciones a la vez.

Otra diferencia importante tiene que ver con la presión: la mayoría de los juegos que tratan sobre ser granjero incluyen un límite de tiempo para lograr cada cosa. En Stardew Valley, no existe presión directa sobre el jugador, que puede tomarse el tiempo que desee para completar cualquiera de sus tareas. Esta mayor libertad tiene una ventaja importante: es posible tomar y dejar el juego en cualquier momento, sin perdernos de nada. El juego nos engancha con sus mecánicas y recompensas directas, no con la promesa de nuevas mecánicas futuras si es que hacemos algo de una cierta forma.

Estas mecánicas, sin embargo, no tendrían sentido sin una historia que las una de forma coherente, y Stardew Valley utiliza sus personajes para contarla. Al principio, el juego nos rodea de personas que a primera vista son casi estereotipos. Para dar un ejemplo, vemos una profesora amateur que le enseña a los únicos dos niños del pueblo (Penny), un deportista que quiere ser estrella (Alex), y un joven con “pelo emo” (Sebastian) que parece no querer salir ni reunirse con nadie. El juego no nos empuja directamente a hablarles, pero si lo hacemos y nos relacionamos con ellos, se revelan aspectos que no esperábamos, profundizando su carácter.

En el caso de Penny, descubrimos a la larga que no se lleva bien con su madre tanto por inclinaciones diferentes (Penny ama leer y dejar todo limpio, su madre no, además de los claros problemas con el alcohol de la segunda) como por no haber tenido un padre presente. Quiere escapar de un lugar del que no se siente parte.

Alex, el deportista estrella, en realidad tiene dudas de si puede llegar a ser profesional en su deporte preferido, y revela que su inclinación por ser el mejor viene por un respeto a su madre muerta, que lo incita a continuar intentándolo. Incluso podemos enterarnos que no está seguro que su foco total en deportes sea bueno, y se interesa por la lectura.

Enfrentándose, además, con los tradicionales estereotipos homofóbicos con los que se tilda a los deportistas, es posible casarse con Alex siendo hombre. Si lo hacemos, y esto solo si somos del mismo sexo que él, revela que había negado sus sentimientos al principio, pero que ahora decide admitirlos. El juego en general permite casarse con personas de cualquier sexo, sin importar el nuestro, lo cual ayuda a ampliar su atractivo.

Finalmente, Sebastian, probablemente el personaje más cercano a un gamer interesado en la computación, revela ser un programador que trabaja desde su casa la mayoría del día, lo cual le genera problemas con su familia, que no toma su trabajo como algo serio. Tampoco le gusta juntarse con la gente, pero siente que debería hacerlo más seguido de todas formas, y está dispuesto a cambiar.

A la larga, Stardew Valley es un juego que se puede tomar y dejar en cualquier momento, pero que sin embargo invita a continuarlo no solo por tener una gran cantidad y tipo de cosas que hacer, sino también porque el mundo que nos rodea parece vivo, vibrante, con personajes variados que son mucho más de lo que aparentan, y que rompen estereotipos. Eso es lo que lo hace una gema: ser mucho más que lo que aparenta en un principio.

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